Es una realidad observable, una cuestión que se escucha a diario, ya sea en pacientes individuales, en consultas de pareja o en los diferentes ámbitos por donde circulamos: sostener la pasión, el erotismo, con la venida de los hijos, se hace muchas veces difícil.
Para abrir el tema, me gustaría decir que no hay que alarmarse o sentirse en falta con uno, con la pareja: es algo que en mayor o menor medida, le ocurre a todo el mundo. La llegada de un hijo es un acontecimiento extraordinario, en el mejor de los casos ese niño viene desde hace meses ya en las fantasías de esos padres. Son momentos de mucha expectativa; de una espera que puede ser hermosa, pero también es tensionante y se acoplan montones de lógicos miedos; y ni hablar cuando la pareja es primeriza. No tengan ninguna duda: tener un hijo es un acontecimiento traumático, nacer también. Es un hecho tan, pero tan extraordinario y delirante, que supera ampliamente nuestra capacidad de metabolizarlo, de simbolizarlo. Es un tsunami de estímulos visuales, emocionales, racionales… todo en horas. Pero ocurre que hay traumas positivos y otros negativos. Entiendan “lo traumático” como aquel acontecimiento o situación que nos supera en la capacidad de procesarlos, no como sinónimo de algo negativo. Por ejemplo: la metamorfosis de la pubertad es un acontecimiento traumático, pero es parte de la evolución. Allí lo biológico, el cuerpo y sus transformaciones, van delante de la apropiación simbólica/emocional de ese suceso. Con un hijo es algo por el estilo, la escena (potente y desorganizante como lo es un parto) se presenta antes de que tengamos las herramientas para entenderla y digerirla… por eso “traumatiza” un poco. Nadie está preparado para esos partidos.
Y bueno, ese niño fantaseado, deseado ya está en el mundo: se mueve, llora, demanda y uno no sabe bien qué hacer, o sí sabe, pero no se tiene la experiencia práctica. Tener un hijo, sobre todo para la mamá, es una tarea atlética. Sí, es físico el asunto: hasta lo afectivo pasa casi por una tarea muy asociada a lo corporal, a un esfuerzo de un cuerpo para vitalizar y cuidar a otro cuerpo y aquí. Las mujeres gastan enormes cantidades de energía para sostener en todos los aspectos a su cachorro. Los hombres, por más colaboradores que seamos, nos tenemos que ir a laburar, nos dan solo algunos días de licencia; pero igualmente, si pudiésemos estar las veinticuatro horas con nuestra mujer e hijo, ese niño, al menos en los primeros tiempos, “se pega”, “se suelda”, más a la figura materna, pues es la que puede ir interpretando mejor las demandas, las necesidades de ese niño que lucha por sobrevivir.
Entonces: la ternura, el amor, el agotamiento físico que implica ocuparse responsablemente de los niños copan la parada. Es así. Y en un principio, tiene que ser así. Por otro lado, la casa se va llenando de Mickey, de Poco- yo y de ositos de todos los calibres. También de “memas”, “pañales” y de una infinidad de insondables objetos asociados a los cuidados del nuevo integrante. Digo: la ternura entra en la casa a lo loco y eso puede opacar un poco el erotismo ¡y ni hablar del olfato que tienen los bebés para despertar justo cuando los padres arrancan con el asunto! Dar de comer, bañarlos, cambiarlos, ocuparse de que no falten las cosas básicas cotidianas, pasar tiempo con ellos, jugar, cantarles… Todo este movimiento que apunta a nutrir de amor y cuidados al cachorro es a fuerza de libido y allí es donde –naturalmente- la pasión, la libido libre que uno podría destinar a la sexualidad, termina siendo poca. Y sumemos el tema del sueño, que siempre se trastorna un poco… Es decir: dentro de lo apasionante y hermoso que es ser padres y por más que todo esto que decimos es parte del juego, sería imposible que la sexualidad de la pareja no sufra alguna modificación. Por supuesto que hay parejas que tiene problemas con esto desde siempre y que un hijo, en todo caso, sólo acentúa algo previo; no estoy hablando aquí de ello. Solo estoy describiendo el escenario que suele presentarse en parejas en donde eso caminaba más o menos sin mayores problemas antes de los hijos.
Lo primero que como profesional uno recomienda es que se naturalice un poco todo esto. Porque si no, todo esto deriva en parejas sobrepreocupadas y atormentadas, que se sienten en falta: “ no atiendo más a mi mujer o a mi hombre”. Mal camino. Reconocer que esto es un poco así siempre, es empezar a aliviarse y comenzar a buscar una forma para apostar a la reconexión amorosa. Sostener el amor, en todas sus áreas, es un arte; y si hablamos de arte tenemos que pensar en la creatividad. La tendencia es a volvernos un poco sonámbulos, el agotamiento de los primeros tiempos nos seca un poco la cabeza, por eso es central –ya una vez que ese niño se va adaptando al mundo y a la vida familiar- empezar a hacer algunas cosas, aunque sea de manera medio forzada. Sí, forzada. El cansancio, ciertas rutinas en las que nos introducen los bebes (necesarias para la vida cotidiana de ese niño) nos aplastan un poco. Es ahí donde tenemos que salir a la calle, tratando que esas salidas sean de la pareja primaria, sin familiares o amigos. Escapadas a lugares verdes, caminatas por el barrio con el cochecito, mirar a nuestro hombre o mujer en otros contextos o paisajes que no sean la casa o departamento. Arreglarse para el otro, aunque sea para salir a caminar 10 minutos. No perder eso de ponerse “lindo” para el ser amado. Tener esa charla a la noche, a solas, en la cena: charlas sobre la nueva vida, sobre la experiencia que se está transitando, de cómo va llevando cada uno el “ser padres”. Yo recomiendo no ver TV, o ver poca. Un hijo precisa atención permanente, cuando la pareja está a solas y el bebe duerme, hay que conectarse con el otro y no con la TV. Son pocos los momentos en donde se puede estar a solas y sin estar haciendo cosas para la criatura. Esas charlas tienen que estar, allí también se puede empezar a hablar del tema de la sexualidad: hablar de ella es empezar a activar el asunto.
Muchas veces es sólo cambiar un poco de ambiente, salir del mundo de Mickey, digamos. Recuerdo una pareja: habíamos pensado que ellos, como trabajaban a cuadras uno del otro, podían encontrarse al mediodía, en sus horas de almuerzo, en un hotel. Luego de ir pensando en ello, le encontraron la vuelta para hacerlo cada 15 días. En la casa no se podían conectar, no había manera. Ambos tenían prejuicio con el hecho de “ir forzados al hotel a hacerlo”, yo les decía que sí, que quizá era un poco así, pero que dependía de ellos el poder apropiarse de esa escena y terminar conectando y disfrutando. La primera experiencia de hotel no pudieron soltarse, de hecho, en un intento de aflojarse empezaron a tomar (no eran de tomar) y medio se mamaron ¡un lunes a la una de la tarde! Recuerdo que vinieron al consultorio y me dijeron: “Ganó Pluto Doc, no hicimos nada, nos re mamamos, no pudimos volver al laburo, somos dos losers”. Lo de Pluto me lo decían porque que se había instalado como joda con ellos de que “Mickey y Pluto les estaban cagando la vida, eran los responsables de la no sexualidad”. El asunto es que a la segunda y tercera vez, ya arrancaron conectarse.
Otra consultante, que venía de una vida sexual muy intensa antes del hijo, me relataba lo mal que estaba con ese tema su matrimonio. No había manera: habían tenido gemelos, no tenían fuerza “ni para darse un beso”, me decía. Algunas veces intentaban y no podían, se quedaban dormidos literalmente. Bueno, a ella –en sesión- se le ocurrió proponerle al marido sentarse a ver cine condicionado. Venía y me decía: “es patético lo que estamos intentando Gervasio ¡aparte justo enganché una porno rusa que la mina tenía una cicatriz enorme de una cesárea, me impresioné y empezó a dolerme la mía. Cero erotismo!” (era una tipa muy graciosa en su modo de relatar). El asunto es que no aceptaban su cansancio natural, su agotamiento, querían que la pasión surja de la nada y no: muchas veces hay que estimular, obligarse un poco a hacer algunos movimientos inclusive, con pocas ganas. Es como en las depresiones, donde es común que los depresivos, naturalmente, no tengan ganas de hacer nada; nada los enciende. Pero bueno, hay que obligarse a hacer algunos movimientos, sino la depresión, no se va. Es decir, reactivar la pasión, es un desafío que a veces puede resultar medio un trabajo, pero es la actitud. Son los pequeños movimientos los que van haciendo que “los cepos” se vayan soltando.
Ser padres es entrar en otro mundo, uno en donde las responsabilidades como padres están por sobre nuestro narcisismo y, muchas veces, por sobre nuestros disfrutes, pero no tiene uno por qué eternizarse en eso, son cosas lógicas y que se pueden dar vuelta sin problema. Agreguemos a esto que el hombre, cuando ve a su mujer tan en madre, literalmente se le materniza un poco en su inconsciente y eso le apaga en cierta medida algo de su deseo. Y a la mujer se le apaga porque es tanto, pero tanto, lo que pone en ese bebe, que queda con el tanque vacío. Queridos lectores: es tan increíble lo que hace una madre, tan sorprendente su trabajo, esa pasión, ese “hacer por el otro” … es estar todo el día o lo que dure esa licencia de trabajo con un bebe haciendo y haciendo: atletismo puro.
Es tanto, pero tanto lo que nos dan los hijos, que todo esto que digo tiene que ver con “los problemas del progreso”, son sólo algunos costos que tiene el deseo: la gente tiene hijos por deseo (yo creo que casi todos los niños, en algún punto, vienen desde el deseo) pero los deseos, y su realización, no son algo ideal. Nada es ideal, ni el amor, ni los hijos, ni el trabajo que tengo que es resultado de mi vocación, nada: todo tiene su complejidad, la vida humana es con complejidad y contradicciones, siempre. Pero eso es casualmente lo lindo de la vida: continuar y reinventarse pese a eso. Todo es parte de un proceso pero es recomendable que no descuidemos la sexualidad por mucho tiempo o que la pareja pase periodos muy prolongados sin relaciones sexuales porque eso deteriora un poco la vida amorosa. Tomemos el desafío de encontrarle la vuelta, no dejemos que Mickey o Pluto o Poco-yo (como diría nuestra simpática pareja) ganen la batalla. Y recomiendo tener hijos, de la manera que sea. Yo estimulo eso, cuando sospecho un deseo oculto detrás de algunas resistencias, lo estimulo en los consultantes ¿por que no? Armar una familia, dure el tiempo que dure, intentar cambiar cosas de uno… por los otros; ponerse desafíos colectivos, disfrutar la vida y las cosas que ocurren en el mundo con otros, y con esos ñatos quilomberos que corren por la casa, es una gran cosa, compañeros, una gran cosa.