Ser padres: decir no

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Y el nene empezó a gatear… y va directo, cual misil teledirigido, hacia el enchufe…y hay millones de opciones, pero no: la pasión  es la electricidad  – “hijo no, ahí no”. Y comienza  a “agarrar” absolutamente todo lo que tiene a su alcance, a romper algunas cosas, a tirar, y les vamos explicando y volviendo a decir “no”; y se inician con los berrinches y – de nuevo-  “no”; y luego se mandan corriendo a cruzar la calle…y  las peleas con la hermana o compañerito…y se pueden poner naturalmente agresivos y desafiantes con nosotros…y …”basta de compu  o video juegos”..y  ”a la cama de papa y mamá no”…y les volvemos a decir  “no”…y “no”…y así las cosas. Con suerte, casi inmediatamente, el niño va incorporando esos señalamientos, y entonces luego, ya antes de hacer la “macana”…nos miran, se autosancionan antes de hacerlas: internamente empiezan a  captar, ya está en su memoria emotiva  que eso “no” lo pueden hacer. Y nos miran, con ojitos cómplices y picaros…y uno se pone contento, porque eso significa   que ya van aprendiendo. Podemos poner decenas de ejemplos, situaciones en donde a ese niño que nace sin normas sociales, de autocuidado, lo tenemos que ir   “ordenando”, “normativizando”…para que aprenda a controlar y canalizar  sus impulsos y a vivir en sociedad.noTodo esto, en un principio, no les gusta nada  pero, a su vez, buscan esos límites; pues las normas alivian el “alma” del niño, lo contienen, lo “arman”, y algo no menos importante: las prohibiciones o sanciones, empujan  las pasiones.  Por supuesto que el asunto es darle opciones: les decimos: – “con el celular no”, pero le damos algún “chichito” como compensación a la prohibición;  con los 220 voltios no, y le damos otra cosa, digo:  no  se trata solo de prohibir, el tema consiste en darle un camino alternativo al niño para que descargue sus tensiones, su curiosidad, “dejarlo ser” …como dicen ahora, pero tratando de eliminar ciertos riesgos, lo logramos a medias, y ese es, casualmente, el objetivo: pues caídas, frustraciones, va  tener  igual, por suerte,  aprendemos con la experiencia directa, es la vida. Los padres que se obsesionan con que sus hijos no sufran nada…  “que no les falte nada”… mal camino. Por otro lado, lo mejor que se puede hacer es llevar todo al territorio “del juego”,  pues jugar es la mejor  manera para que los niños vayan internalizando el mundo y la mejor plataforma para que  expresan sus conflictos y  emociones.  Pero lo cierto es que la base y la construcción de nuestra personalidad y de nuestra modalidad de vincularnos, se funda en una seria sucesiva de “no”. A ver: en crianza no hay fórmulas, pero si caminos recomendables a seguir. Ser firmes en algunas cosas, es garantía para que ellos, de adultos, tambien tengan su temperamento y puedan poner limites a sí mismos, y a los demás.

Entonces: nuestro ser  se va recortando, ordenando a partir de toda una serié de prohibiciones. Nacemos anarquistas, medios punk  digamos, pero en un mundo  con normas, con prohibiciones, con riesgos y bueno: los padres tenemos la tarea de trasmitir esas normas. Pero algo central: cuando internalizamos esas normas, con ellas, también incorporamos decenas de represiones. Porque  es así: tenemos que reprimir montones de tendencias que, de ejercerlas, harían imposible la propia vida y las relaciones con otros en sociedad.  Es que naturalmente somos caprichosos, violentos, trasgresores, promiscuos, celosos, narcisistas, exhibicionistas: queremos dominar y tiranizar a nuestros padres, ser el centro de todo y bueno…eso…no puede ser, que vamos a hacer, se nos frustra ese plan. Cualquier buen observador del desarrollo de los niños puede comprobar esas conductas en ellos. No es hacer moral, es describir que el ser humano es un anarquista natural y, si tiene suerte…se va ordenando. Con un costo por supuesto, adaptarse al mundo, entrar en el contrato social que regula los vínculos humanos, genera cierto malestar estructural, pues tenemos que renunciar a muchos “ instintos naturales” y a tendencias, pero es el mejor camino, o el menos malo digamos. La salud mental se puede entender también desde ese lugar: en cómo cada uno logre mantener cierto grado de inadaptación  y, por otro lado, adaptarse un poco.

Ahora bien, para que todas esas necesarias prohibiciones a ese bebe/niño tengan “llegada” o eficacia, es preciso que nosotros, los adultos, funcionemos desde esas mismas normas, ser coherentes digamos, las reglas y regulaciones son incorporadas por ese niño mediante cierta lógica de premios y castigos y, fundamentalmente, por modelos: los padres, son un espejo, los chicos imitan. De nada sirve el reto, los cuidados, las prohibiciones…si nosotros, los adultos, no aceptamos eso mismo y actuamos en consecuencia.

El mundo funciona con sistema de premios ya castigos, el mundo del trabajo, del deporte…hasta del amor (aquí más camuflado) con este sistema. Pero lo central es no quedarse en la norma, es introducir la lógica del “esto no, pero esto otro, si”… ese es el arte, el sistema de compensaciones que vamos introduciendo en la educación y en la crianza de un niño.

Y recordemos: el deseo, nuestra capacidad de desear,  de tener pasiones, vocaciones…depende en gran medida en el cómo nos ordenan y nos ayudan a vehiculizar, canalizar,  nuestros impulsos e instintos fundamentales. Y, por favor, jamás nos podemos enojar con un niño, enojarnos en serio: podemos actuar  un “como si”, para que paren cuando están en esos días de capricho, pero jamás enojo, ni chirlo, ni grito desmedido o violento, eso, no nutre ni educa, solo atemoriza y confunde al alma infantil.

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