Por: Fernando Taveira
Tuvieron que pasar 80 años para que África tenga por primera vez la oportunidad de albergar a la Copa del Mundo. En tierras donde la discriminación racial se hizo presente durante tantos años bajo el sistema de Apartheid, el fútbol llegó para demostrar que el país presidido por Jacob Zuma estaba listo para integrarse al mundo. Así como alguna vez Nelson Mandela utilizó al rugby para unificar al pueblo, ésta vez la FIFA decidió que la pelota ruede por los diez estadios sudafricanos para que todo un continente tenga la posibilidad de estar cerca de la fiesta mundialista.
El camino de España hacia el título fue muy trabajado, teniendo en cuenta los antecedentes que tenía aquel equipo comandado por Vicente Del Bosque. La Eurocopa obtenida dos años antes, cuando su entrenador era Luis Aragonés, y una eliminatoria perfecta depositaban a la “Furia” como el rival a vencer, pero una lesión de Andrés Iniesta y una derrota en el debut ante Suiza (1-0) ponían en suspenso al destino del combinado europeo.
Las dudas de los jugadores y el temor al fracaso se hicieron presentes en una concentración que contaba con figuras internacionales acostumbradas a la presión. En tanto, la prensa ibérica comenzó a cuestionar el trabajo de Sara Carbonero, novia del arquero y capitán de la “Roja”. Algunos medios afirmaban que la presencia de la atractiva periodista detrás del arco, distraía a Iker Casillas y otros, más amarillos, la adjudicaban como la portadora de la mala fortuna española. Sólo el desempeño del hombre del Real Madrid, que fue mejorando a lo largo de todo el torneo desactivó aquellos prejuicios de los más supersticiosos.
Mientras el “Waka Waka” de Shakira intentaba opacar el insoportable ruido generado por las “Vuvuzelas”, España cosechó dos victorias para llegar a los octavos de final. Un cómodo 2 a 0 frente a la debilidad de Honduras y un ajustado 2 a 1 ante el complejo seleccionado chileno de Marcelo Bielsa fueron suficientes para comenzar a disipar las interrogantes planteadas luego del sorpresivo debut.
Para los fanáticos del morbo, el primer choque de la segunda fase, disputado en Ciudad del Cabo, tuvo el condimento de tener entre sus protagonistas a Cristiano Ronaldo. El portugués, representante del “Merengue”, se enfrentaba a la base del Barcelona. Sin embargo, el único tanto del encuentro lo marcó un hombre del Valencia: David Villa, quien vistió la camiseta “blaugrana” en la temporada siguiente.
En Johannesburgo, un Paraguay, alentado por la voluptuosa Larissa Riquelme, y conducido por el argentino Gerardo Martino, hizo sufrir en supremacía al elenco del “Bigotón”. Un penal atajado por Iker Casillas, otro por Justo Villar y un gol del “Guaje”, fueron suficientes para adornar un espectáculo plagado de emociones.
En tanto, desde el acuario de Oberhauser, el “Pulpo Paul” se encargaba de pronosticar todos los resultados de la Copa. El molusco había anticipado que España eliminaría a la poderosa Alemania, que venía de humillar a la Argentina dirigida por Diego Maradona. Un cabezazo de Carles Puyol comprobó la hipótesis del animal y la “Furia” logró llegar a la final por primera vez en la cita mundilista.
En el último compromiso jugado en el Soccer City, una vez más los ibéricos ganaron por la mínima diferencia. Tras 120 minutos de tensión, Andrés Iniesta decretó la superioridad ante Holanda y depositó a la “Roja” en el club de los campeones mundiales. Con sólo ocho goles en siete presentaciones los europeos se convirtieron en el combinado que alzó la Copa del Mundo con menos goles de la historia, obteniendo un promedio de 1,14 festejos por partido. Más allá de todo, hoy los españoles tienen el codiciado trofeo y ya no son conocidos en el globo sólo por sus excelentes embutidos y sus deliciosas tortillas.