Por: Fernando Taveira
La siguiente nota la escribió el entrenador catalán el primero de julio del 2006, luego del partido que disputaron Argentina y Alemania por los cuartos de final del certamen organizado por los germanos. Los criollos habían abierto el marcador con un tanto de Roberto Ayala, pero los dueños de casa empataron a través de Miroslav Klose. La lesión de Roberto Abbondanzieri, el papelito de Jens Lehmamm y los penales fallados por el “Ratón” y Esteban Cambiasso terminaron con el sueño sudamericano.
Argentina ganaba por un gol a 15 minutos de meterse en semifinales.
Pékerman está hablando con su gente para decidir qué hacer. Al cabo de unos segundos, decide meter a jugar a Messi. El técnico argentino le pide a Riquelme que se acerque a donde él está. Mientras le agarra del brazo, le pide que ahora no se esconda. Que pida el balón una y otra vez. Que provoque faltas, que se junte con Messi y que, a través del balón, del pase, el equipo seguirá junto, equilibrado, organizado y los minutos volarán. Riquelme, con su alegría característica, se va hacia el ruedo. No dice nada al equipo, como siempre hace el 10 argentino. No es necesario. Pékerman, con Messi y Riquelme en el campo, ya está mandando la información al equipo: no sólo vamos a defender.
En la tribuna de prensa se felicitan por la valiente decisión del técnico argentino. Se las prometen felices. La cámara de televisión enfoca a Maradona y su familia y, como de costumbre, se observa lo feliz y satisfecho que está. Ya se ve, como todos los argentinos, en semifinales. A las puertas de una nueva final.
Y el plan funcionaba. A través de pasarse el balón, el tiempo volaba y el final del partido se veía.
Pero, a falta de diez minutos, Lucho González resbala. El medio centro alemán Frings agarra el balón y mete un pelotazo. Un cabezazo. Dos cabezazos. Tres cabezazos… Gol de Alemania. A diez del final, Alemania empata. Como siempre hace Alemania. Al final, cuando todo se acaba. Cuando crees que se acaba.
El plan no funcionó.
Pékerman se equivocó. Tenía que defender el resultado. A la italiana.
…Pero, para fortuna de Argentina, nada de esto sucedió. Ya lo vieron. Sólo, mi imaginación.
Pékerman no agarró del brazo a Riquelme. Ni le pidió que fuera valiente y, a través del balón, tocar para juntar al equipo y tenerlo equilibrado. Y así el tiempo volaría. Más rápido de lo normal. Ni tampoco sacó a Messi para que se juntara con él, para ayudarle en la tarea. Sin decir nada al10 argentino, lo sacó del campo y mandó una información a todo el equipo: vamos a defender.
En la tribuna de prensa todos se felicitan por la decisión. Es tiempo de defender. Es tiempo de cerrar el partido. Hemos de hacer lo que no hizo España: todos atrás y al contraataque: “Qué niños esos españoles, y no como nosotros, los argentinos, que tenemos experiencia y sabemos jugar estos partidos, porque nosotros sí somos competitivos y no ellos. Ellos mucho toque-toque, pero a casa. No como nosotros… o como los italianos”.
El plan tampoco funcionó.
A diez minutos del final, Alemania empata. Como siempre hace Alemania. Al final, cuando todo se acaba. Cuando crees que se acaba.
Pékerman se equivocó. No tenía que defender el resultado. No tenía que jugar a la italiana…
Todo esto sucedió. Ya lo vieron. Esta vez, nada de imaginación.
Maravilloso el fútbol que es capaz de jodernos a todos. ¡¡¡Qué gran lección!!!
A mi amigo. Que no supe qué decirle cuando me preguntó: ¿Por qué narices España no se dedicó a defender en vez de intentar seguir atacando?
Alemania está en semifinales.
Enhorabuena.
Por Josep Guardiola