Por: Sol Iametti
“Mi eterna preocupación es cómo salvar la distancia, conseguir que todos nos acerquemos y podamos sentir lo mismo porque todos somos uno. Veo el arte como una forma de conectar a la gente.”
David Hockney
¿Alguna vez viajaron a través de los sentidos? ¿Alguna vez sintieron las distancias disolverse por debajo de los pies; las ciudades en el aire? ¿Alguna vez recorrieron latitudes en un micro(de)segundo?
Hablemos de números: hace 2 años viajé a Europa por 1° vez; con 26 años. Hace 9 meses empecé a escribir sobre ese viaje; tenía 27. Aproximadamente 11.000 kilómetros separan a París de Buenos Aires. Sólo bastó 1 ciudad para quedarme anclada al continente: París; 3 días para quedarme anclada en su recuerdo; y 1 viaje para que mi vida de un giro de 180°.
Ahora hablemos de cine: hace más de 1 semana vi el trailer de Un viaje de 10 metros. Hace menos, decidí ir a verla al cine. ¿Y qué pasa cuando el cine conmociona mis sentidos? Escribo. Y creo que escribir es una forma de viajar.
Un viaje de 10 metros me devolvió a Europa por un rato, o 122 minutos con mayor exactitud. Lo que más disfruté de su argumento es la fragancia a simplicidad que anunciaba su conquista, como el aroma a albahaca que destila un buen plato de pastas caseras un domingo al mediodía. Lo sentimos venir, lo creemos llegar, pero aún no aterriza en nuestra mesa. Lo sentimos venir, y los sentidos se agudizan reflejando la emoción.
Desarrollada en locaciones de ensueño en un punto sur de Francia, y a partir de una cinematografía exquisita, esta película de Lasse Hallström – conocido por filmes como ¿A quién ama Gilbert Grape? , Casanova y Chocolate – dibuja directrices de lecciones en todos los sentidos: disfrutar de la vida haciendo lo que amamos, volcar nuestro amor en todo lo que hacemos, y lo que es más importante, tener el placer de compartirlo.
Con frases inolvidables como “Food is memories” (que sería algo así como “Las comidas son recuerdos“), y con una explosión de colores, verduras y especias, el film resucitó mis recuerdos y los trajo hasta el presente: los mercados de frutas mediatarde; la seducción de Niza con sabor a madrugada; el verde tez Toscana a plena luz del día; los frutos de Praga comprados al paso desglosándose en la boca; el café con leche y melancolía en una tarde lluviosa de París que tuvo ganas de perpetuarse en la vidriera… Cómo éstos, miles.
Al volver de Europa, la nostalgia vino a tocar a mi puerta de Barrio Buenos Aires, sin ánimo alguno de firmar un acuerdo. Pensaba tanto en tantas cosas, que creo que ni siquiera era pensar; era más bien un cuestionario en loop: ¿Voy a volver? ¿Cuándo? ¿Cómo? Tenía dos opciones: seguir cuestionándome sin posibilidad de respuestas; o actuar. Entonces: la magia de una decisión. Yo, que nunca había encontrado mi lugar en la cocina; yo, que sólo sabía lo justo y necesario: actúe y tomé la decisión de empezar a cocinar.
Así vinieron las pizzas caseras y la albahaca obligatoria, porque Florencia. Después las pastas, porque Roma, y Pisa. Más tarde, el Croque-Monsieur y la salsa Bechamel deshaciendo mi memoria para formar nuevos recuerdos. Y todo esto con soundtracks, porque también somos canción.
Así empecé a viajar sin aerolíneas; así los pies a 10.000 metros sobre el suelo gracias al vibrar de las especias, o el perfume de té helado de durazno. Así empecé a viajar como el protagonista de la película: disolviendo las distancias cocinando, y lo que es más importante, teniendo el placer de compartirlo.
Considerando lo anterior, les propongo una idea de mediodía de septiembre, casi primavera: ¿Viajan conmigo a mi recuerdo de París?
Instrucciones de vuelo:
* Abrir las ventanas, cortinas, ventanales. Dejar entrar la luz; dejar entrar el aire.
* Seguir esta receta para cocinar un Croque-Monsieur: http://bit.ly/1qq6TKp
* Complementar el plato con una ensalada de hojas verdes o lechuga morada.
* Complementar el paladar con ice tea de durazno, para sentir la bocanada del verano pisando los talones.
* Condimentar a gusto asistiendo al evento Viví Francia, que se realiza en Buenos Aires: http://bit.ly/1uKX7ko
* Coronar los sentidos con 2 canciones para llevar:
“Un viaje de mil millas comienza con el primer paso.”
Gracias por elegir volar conmigo,
S.