Por: Sol Iametti
“Una segunda oportunidad no significa nada, si no se aprende nada de la primera.”
Una frase en la pantalla. Una película. Una semana para volver al continente que marcó un antes y un después en mi vida.
Jueves por la noche. Sin grandes planes en la agenda, me animo a volver a ver una película por segunda vez; así como me animo horas después a volver a escribir sobre la misma. Y es que me gustan las segundas oportunidades; creo que tienen un extracto de realidad que por lo general no llegamos a identificar las primeras veces.
Volver a ver Begin Again a exactamente una semana de volver a viajar a Europa bien podría ser una coincidencia, pero para mí que me paso la vida cazando señales y adoro leer entre líneas: la frase entre comillas, el nombre de la película (cuya traducción literal es Empezar de nuevo), y mi viaje de regreso forman un triángulo de intensidad. De una forma u otra, estos tres vértices me hablan de las segundas oportunidades.
Tomar la decisión de volver a realizar un viaje transformador, no fue fácil; no por cuestiones de logística ni por tiempos adversos, sino por cuestiones del corazón (y en esto me voy a permitir hacer valer mi apodo Cursimett). Volver a Europa significa volver a los últimos recuerdos de mi mamá disfrutando de la vida justo como me gusta recordarla; mi mamá aprovechando sus últimos meses (sin saberlo) y aventurándose a uno de los viajes más significativos de nuestras vidas compartidas. Ese viaje selló para siempre un antes y un después en nuestra relación, con su highlight en una mañana en Montmartre en la que mi corazón se sintió más rojo que nunca.
Por eso, cada vez que hablo de viajes, hablo de corazón. Desde mi ventana es imposible hablar de viajes sin hablar de corazón, porque los viajes nos regalan un baúl de sensaciones que a veces ni siquiera podemos expresar en palabras, sólo podemos contagiar a través de sonrisas o emociones. *
Hoy viernes a la madrugada. Un gran plan en la agenda: un viaje. Una semana para mi segunda oportunidad en un continente que me alborotó los sentidos; un continente sin el que probablemente no hubiera vuelto a escribir como en mi adolescencia; un viaje en el que quedaron los mejores recuerdos con mi mamá antes de su enfermedad; un viaje… sólo se necesita un viaje para que tu vida cambie para siempre.
Entonces, así como el nombre de la película, vuelvo a empezar. Así como en la frase, me afianzo a mi primera oportunidad en Europa, con el fin de cargarme de emociones para la segunda. Así los caminos de reencuentro, las segundas oportunidades.
Cuando estaba terminando la película, hice recuento mental de los detalles que no había percibido la primera vez que la vi. Eran varios. Supongo que la esencia de las segundas oportunidades tiene un tinte de eso: aprendizaje.
Y qué lindo es saber que siempre hay algo más por aprender.
[Viernes, 1 am.]
* A veces una canción vale más que mil palabras…