Por: Mariana Lorenzo
En la última clase teórica que tuve, mi Profe nos dijo: “En el armado de asanas en Ashtanga es fácil responder cualquier pregunta, porque la respuesta es la misma: la cadera”.
Hubo una risa general por la simplicidad de sus palabras.
En las clases teóricas nos enseñan la técnica del armado de cada una de las asanas y la manera de asistir a un alumno. El Profe sostiene en sus manos un “modelo” de esqueleto y nos explica qué articulaciones, órganos, músculos y tendones están implicados en cada postura.
Cómo siempre, Yoga, es mucho más que andar haciendo piruetas corporales. En cada una de estas clases no podés más que salir maravillado de la perfección del cuerpo humano y de la capacidad que tiene esta herramienta. A través de la Biomecánica podemos optimizar al máximo el armado y sostén de una postura.
La Biomecánica es una Ciencia que examina fuerzas internas y externas que actúan sobre el cuerpo humano y el efecto que ellas producen.
A medida que vamos avanzando en el aprendizaje de las diferentes posturas, vamos tomando más consciencia de nuestro cuerpo. El prestar atención al movimiento de las articulaciones para no hacer trabajar partes “incorrectas”, no es fácil. En occidente estamos acostumbrados a sentarnos en sillas desde chiquitos. Con el correr de los años esto hace que se acorten los músculos y las caderas se pongan duras haciendo su movimiento limitado en comparación a su potencial. Nos cuesta horrores plegarnos, estirarnos, parecería que nuestro cuerpo tiene herrumbre, que nos craquean las articulaciones como bisagra de puerta vieja.
La cabeza del fémur está inserta en una cavidad articular llamada acetábulo. En Yoga se aprende a realizar los movimientos desde allí. Las caderas pueden estar en dos posiciones, perpendiculares o paralelas, de acuerdo a la asana. Claro está que, sumado a eso, tendremos músculos implicados que también hay que “amansar” para poder volver a darle sabor a mover las caderas y lograr posturas relajadas pero firmes.
Lo primero que noté al comenzar a hacer Ashtanga Vinyasa Yoga fue que era menos flexible de lo que creía, pero también que era más flexible de lo que creía. Parecerá contradictorio, pero ambos límites, el de lo que creía que podía lograr y el de lo que creía que no podía lograr, se vieron sacudidos una vez que comencé a comprender el mecanismo de los movimientos necesarios para cada postura.
Muchas personas tienen prejuicios con respecto a lo que es Ashtanga Vinyasa Yoga, y del yoga en general. He escuchado desde –Pero ¿vos hacés Yoga?, eso es para viejos, hasta –Yo no puedo hacer todas esas cosas que vos haces, es muy difícil. Mi experiencia me dice que todos pueden hacer Ashtanga (y cualquier tipo de Yoga). La primera regla es respetar los tiempos del cuerpo, desapegarse de los resultados. Dejar fluir, dirían algunos.
En cinco meses de practicar cuatro veces por semana estoy a un “puedo hacerlo” de lograr hacer backbending sin asistencia. Luego de Urdhva Danurasana (más conocida como El Puente) se realiza una serie de movimientos en los que se utilizan articulación de cadera, flexibilidad de columna, músculos abdominales y cuádriceps, para reclinarse de parado hacia atrás a puente y de ahí subir nuevamente. No sólo es una postura de complejidad física, sino que también tiene una fuerte carga emocional. Este ejercicio se repite tres veces y es previo a comenzar con el cierre de la práctica.
Hace seis meses jamás habría creído que podría ser capaz de realizar este tipo de posturas y, sin embargo, ahí está. Creo que ir haciéndome consciente del punto en el que se genera el movimiento para llegar al objetivo deseado fue una parte esencial del proceso.
“Ríndete a lo que es. Deja ir lo que fue. Ten Fe en lo que será” – Sonia Ricotti.
Importante: Todas las asanas deben aprenderse con la guía de un Instructor calificado.