Por: Mariana Lorenzo
Desde mi punto de vista, la clase teórico-práctica de este mes fue de las más enriquecedoras que he tenido. Esta vez nos dividimos en dos grupos. Primero, una mitad realizaba la práctica y la otra mitad asistía. Y luego se invertían los papeles.
Mientras me tocó el rol de alumna, presté atención a la forma de asistir de mis compañeros. Algunos más suave, casi imperceptibles y otros demasiado fuerte. Asistir a un alumno no es tarea fácil. Hay múltiples factores a tener en cuenta, como la intensidad, firmeza y al mismo tiempo suavidad, respetar su centro de gravedad para no desestabilizarlo y darle seguridad y, no menos importante, lo que uno transmite al acercarse a otro.
La energía que uno transmite al asistir es fundamental. Si uno se acerca con miedo, va a transmitir miedo. Si uno se acerca con seguridad, transmitirá seguridad. Es increíble como algo tan sutil como la vibración puede afectar tanto a otro.
Cuando me tocó el rol de Profe, miré a mis compañeros siendo alumnos y sentí que estaba haciendo exactamente lo que quería hacer. La sensación fue de plenitud. Como si estuviera cuidando un jardín, un montón de semillas queriendo crecer. Por un instante, sentí que esa es la razón por la que estoy viviendo esta vida, para ayudar a otros a encontrarse.
No creo ni remotamente tener las respuestas a todas las preguntas, y a medida que ayudo a otros con las herramientas que tengo, que aprendí, que hice parte de mí, también voy encontrando mi camino.
Finalmente, nos enseñaron a contar la cantidad de vinyasas (movimientos) que tiene cada asana, y no crean que ya sé contarlas a la perfección, más considerando que se cuentan en sánscrito. De hecho, siento como si estuviera aprendiendo a caminar, aun tambaleante y a tropezones. Pero también sé que con la práctica se irán disipando las dudas y las inseguridades, y que cuando llegue el momento de tener mis alumnos, mis semillas, daré lo mejor de mí para asistirlos en su desarrollo.
Desde que di mis primeros pasos en esta disciplina, cambié casi radicalmente. Aunque la esencia estaba ahí, no estaba desarrollada. El don era parte de mí, pero fue mi responsabilidad desarrollar la habilidad y así seguirá siendo. Las piezas fueron cayendo en el lugar correcto, en el momento correcto. Fui encontrando la paz que sólo da reconocer el motivo de Ser.
“El Yoga no sólo cambia la forma en la que vemos las cosas, transforma a quien está viendo” – B.K.S Iyengar
Importante: Todas las asanas deben aprenderse con la guía de un Instructor calificado.