Por: Fabio Lacolla
Las bolas por el piso
Las navidades son la excusa para hacer circular los conflictos. La semana previa los vínculos familiares y amorosos son un hervidero. Dónde pasarla y con quién, es un tema crucial que suele generar algunas culpas y arrepentimientos. Afloran sentimientos cercanos a la traición y al fraude donde las familias más tradicionales no perdonan una ausencia y entienden a la reunión del clan como una toma de rehenes. Sólo con decisiones salomónicas pueden disfrutarse las fiestas a pleno. Los conflictos navideños, ante todo, son conflictos con uno mismo que hacen tambalear el arbolito haciéndolo caer y dejando todas las bolas desparramadas.
Para nuestra infancia la navidad representa la expectativa, la sorpresa y la ilusión. El hecho de creer en algo fantástico nos alivia el alma y nos hace tener deseos ilimitados. El ritual se instala en nuestros hogares esa noche de calor, esperando que las horas pasen rápido para abrir los fetiches. Claro, el tiempo pasa y todo eso va quedando atrás, la vida se impone con sus realidades y el rito va quedando cada vez más lejano. Algunas personas no pueden soportar la idea de la desilusión y esperan secretamente en cada navidad que eso que latía en la infancia vuelva a reeditarse. Por eso cada veinticuatro de diciembre viven el ritual como una obligación descubriendo que esos tiempos jamás volverán. Otros se cobran esa deuda a través de los hijos y acá no ha pasado nada.
Los que se debe, lo que se tiene, lo que se puede y lo que se quiere.
La primera pregunta, liberado de las presiones culposas, debe ser: -¿Con quién quiero estar yo más allá de los otros?
Los que eligen lo que se debe son personas que se entregan a las decisiones de los otros y que todavía no piensan en tomar decisiones por sí mismos. Los que se inclinan por lo que se tiene son personas adaptativas que se acomodan a su realidad pero con poco nivel de innovación. Los que adhieren a lo que se puede son conciliadores que van a terminar estando un poco en cada lado y haciendo la que más placer les dé. Los que hacen lo que quieren son la oveja negra de cada clan, les cuesta adaptarse al rito y disfrutan de ser visto como un mito.
Las tristezas navideñas
¿Por qué algunas personas se ponen tristes en navidad? Al igual que los cumpleaños, el día del arbolito representa el fin de un período y el comienzo de otro. Es donde el paso del tiempo se hace oír. De grande entendés porque lloraba tu abuelo cada vez que brindaba, te das cuenta que se acordaba de su pueblo, de su infancia y de sus muertos. Para muchas personas la navidad es sinónimo de tristeza porque el rito los lleva a conectarse con las pérdidas. ¿Y que se pierde? Algunos seres queridos, la infancia, la adolescencia, el barrio, los amigos, que se yo… los años, ¿no?
La rusa y la de frutas
El mayor indicador de conflicto en las navidades se polariza entre las ensaladas rusas y las de frutas. Las cuñadas ponen ahí toda la mierda del año y es motivo de competencia y destrucción. Las cosas que se dicen en esos días son insólitas.
Aprobar el último final de la carrera de arquitectura sin haber estudiado es más fácil que sobrevivir al salvaje escaneo de la familia del otro bando. Se impone una especie de red carpet en el patio del fondo donde desfilan personas, en general del género femenino, con un nivel de producción digna de la entrega de los Martín Fierro. Después de las doce, luego de la catarata de petardos, comienza el festival de indirectas. Enrostres de logros de los respectivos hijos, viajecito de las vacaciones de invierno y rebaja compulsiva de kilos.
C.C.C. (Compartan, Comenten y Critiquen)