Por: LevantArt
Por Martín Rieznik*
El que nunca tuvo miedo, no tiene esperanza
David Cowder
Está en los genes
Es un hecho que todos los hombres sienten ansiedad frente a una mujer que les gusta mucho y pienso que esto tiene un origen biológico muy claro: acercarse a una mujer deseada durante siglos ha constituido cierta clase de peligro. En los animales es muy fácil de ver cómo funciona: lo observo en mi gato cada vez que sale en celo a buscar una gata, siempre vuelve lastimado. Hay competencia allí afuera y los hombres lo sabemos. Casi todos vivimos situaciones incómodas por acercarnos a una mujer o porque alguno se acercó de mala manera a la nuestra.
Las emociones primarias como el miedo y la ansiedad existen justamente para avisarnos que estamos ante una situación de peligro. Sin embargo en la actualidad, la mayoría de las veces no existe un riesgo verdadero en acercarse a una mujer linda, menos aún si lo hacemos con una buena estrategia. Ya no vivimos en la época de las cavernas y la mayoría de las mujeres – al menos en nuestras latitudes – ellas suelen ser libres de elegir con quiénes quieren estar sin que un macho alfa ande cuidándolas celosamente.
Entonces, si hoy en día no constituye un peligro acercarse a una mujer que nos gusta ¿qué podemos hacer con esa ansiedad, con ese miedo que nos invade cada vez que pensamos en hablarle? Nada. Con ese miedo y esa ansiedad no podemos hacer nada. Esas emociones primarias son una carga genética que llevamos desde que nacemos. Se trata de algo que, en su momento, constituyó una ventaja evolutiva. Si no hubiese existido ese miedo en nuestra especie, es posible que no estuviésemos hoy acá. No podemos evitarlo, como tampoco podemos impedir otras emociones primarias como el amor, el miedo, la ira, el deseo, etc. Lo que sí podemos hacer es aprender a convivir con estas emociones, mantenerlas bajo cierto control y no dejar que nos gobiernen.
Actuar para ganar, la regla de los tres segundos
No podemos evitar que el miedo o la ansiedad estén, pero sí podemos evitar que crezca si sabemos reconocerlo a tiempo. Supongamos que vemos a una mujer linda hablando con dos amigas. Pensamos en una frase para acercarnos pero… nos arrepentimos. Creemos que es mejor pensar otra frase, la primera que se nos ocurrió no era adecuada. Ella ya sabe que la vimos, sigue tranquila con sus amigas y nosotros cada vez más ansiosos. Muchos hombres pasan toda la noche así: mirando a la mujer linda o a varias de ellas y pensando en qué le dirían pero no lo hacen. Muchos otros se emborrachan para perder el miedo y lanzarse en estado etílico a la conquista. El resultado casi nunca es bueno.
La verdad es que no existe una frase mágica para levantarse a una mujer, así que pensar en qué decirle no tiene mucho sentido. Parece mucho mejor concentrarse en cómo decimos las cosas. No sirve esperar que el miedo se vaya, pues no se va a ir sino que, por el contrario, seguirá creciendo exponencialmente. La única forma de obtener un resultado, es actuar apenas comienza a aparecer el miedo e impedir, de ese modo, que se desarrolle. Es lo que en la ciencia de la seducción llamamos la “regla de los tres segundos”:
Si querés lograr algo y no dejar que la ansiedad te paralice, cuando veas a una mujer linda, comenzá en menos de tres segundos la interacción con ella o con sus amigas. Este primer paso es fundamental. Actuar en menos de tres segundos impide que la ansiedad domine nuestro comportamiento.
En definitiva, se trata de no cavarse la tumba uno mismo. Salir a mirar mujeres y esperar que suceda un milagro como que ella nos hable o que desaparezca la ansiedad para hablarle, no sirve de nada. Emborracharse para tomar coraje, no es recomendable. Lo más eficaz es actuar siempre en menos de tres segundos apenas vemos a una mujer que nos interese. Sin embargo, sabemos que ese es solo el principio y es probable es que ahora mismo estés pensando: “Ok, perfecto: en menos de tres segundos tengo que decirle algo, pero… ¿y cómo empiezo la interacción?” Ese será el tema de nuestra próxima columna.
*Martin Rieznik es director de LevantArt, escuela de seducción, y autor del libro “El juego de la seducción. Todo lo que un hombre debe saber sobre las mujeres” Editorial Dibuks, Bs As, 2013.