Por: Mariana Lorenzo
El otro día hablando con una alumna acerca de que las personas en general le tienen cierto temor al Ashtanga por la exigencia física, me contó que una amiga suya había empezado a tomar clases particulares y que luego de un par de clases de sufrimiento y frustración en la que la profesora le exigía llegar a entrar en las posturas con técnica perfecta, le dijo que si no podía llegar a hacerlas es que no servía para este tipo de Yoga.
Mi indignación fue tal que tuve la sensación de que los grandes Maestros del yoga, desde Patanjali, pasando por Jesús, Yogananda, Jois, Iyengar y otros tantos ascendidos, se iban a volver a manifestar en este plano, sólo para dar un discurso tal que ese tipo de Instructores, que sólo se remiten a la banalización de esta filosofía milenaria, no puedan olvidar por el resto de sus encarnaciones.
Somos el reflejo externo de lo que hay en nuestro interior. Como Instructores tenemos la responsabilidad de llevar paz y alegría al compartir con otros nuestro conocimiento. No tenemos, de ninguna manera, bajo ninguna circunstancia, ningún tipo de autoridad como para decirle a otro ser humano que “no sirve” para practicar yoga.
Cualquiera que lo haga ha perdido de vista, por lejos, el objetivo del yoga, que no es otro que volver a encontrarnos con la divinidad en cada uno de nosotros. El yoga, en cualquiera de sus formas, está disponible para todos los seres humanos, sin excepción. Necesitamos más Instructores que transmitan este mensaje.
No debe haber temor en torno a la práctica, todas las posturas son adaptables a las capacidades del alumno con la guía de un buen Instructor. Lo único indispensable en cada uno de nosotros es el compromiso con esa práctica.
“Aquél que se conoce a sí mismo como Espíritu omnipresente, ya no está sujeto a las rígidas leyes que limitan su cuerpo en el tiempo y en el espacio” – Paramahansa Yogananda
Que el estar presente sea la base de su práctica.
Importante: Todas las asanas deben aprenderse con la guía de un Instructor calificado.