31. Las parejas complementarias

#AmoresTóxicos

Ella Digital, él Analógico.

Breve historia de señales que pueden llevar decenas de tiempo y docenas de conclusiones. Posiblemente no sepan que a pesar de ser opuestos dialécticos, no se excluyen, ni se acotan al ámbito de los vínculos eléctricos y las relaciones informáticas, tampoco, entre ellos, son buenos o malos, mejores ni peores.

Es la historia del intercambio de información de dos personas que se buscan escondidos y se encuentran expuestos no sabiendo como (re)presentarse, (alma)cenarse, transmitirse o comunicarse. Es una historia de amor.

Él dibuja en su analogía la representación de algo que tiene un poco de polvo porque se había olvidado que también puede llorarse de emociones. Se auto explica secretamente hallando similitudes con otros tiempos aunque esté mas presente que nunca.

Ella, en cambio, es un signo arbitrario, se maneja con la sintaxis lógica del lenguaje, dice que le cuesta decir lo que siente cuando lo que siente la deja muda. Casi nunca dice demás, tiene miedo de tener miedo. Conduce convenciones que las tatúa en su cuerpo creando zonas de exclusión. Si se quedara sin gas… ¿cuál es el problema?

Es la historia de cómo hacer el amor en una cornisa, entonces… el viento, los pájaros y el vértigo apasionado de la incertidumbre.

Él persigue equivalencias, parecidos y similitudes. Ella sólo codifica juntando los labios y poniéndose bizca.

Ella se pone nerviosa cuando mide a pura sinapsis hasta donde mostrar las piernas, pero quiere que la boca de él las visite. Y él ironiza cuando huye de la digitalización liberando ideas embrolladas, discretas y positivas. Sus modos de transitarse no sólo existen uno junto al otro, sino que se complementan y dependen mutuamente de una forma muy compleja, fascinante, enamorada.

Ella es síntesis y él semántica.

El analógico se la pasa hablando de lo que no puede decir, mientras ella, cuando le acaricia la cabecita, se pone quisquillosamente lógica y eternamente dulce. Y él se ríe porque no imagina un mundo sin gestos, sin rubores, sin sudor y sin lágrimas. Pero no se lo dice porque es un caballero vestido de desamparos y sobretodos.

Les gusta tomar helados con sabores que enfrenten dilemas. Ella elige gustos que a él no le gustan y él se pregunta cómo puede ser que no le gusten sus gustos si ella le gusta tanto. Y ella dice que estuvo mucho tiempo buscando la belleza en lo bello, pero que ahora se daba cuenta que la belleza estaba en sus ojos cuando lo miran a él. El analógico no puede digitalizar la sensación de estar enamorado, mientras que la digital no puede llenarse la boca de ese amor que puja por abrazarlo de una puta vez.

En ambos casos se nutren de una alta fidelidad y una débil lealtad.

Juntos advierten una infinidad de posibilidades para que todo cambie desbocadamente en cuestión de horas.

Parecen una foto en movimiento: los besos manejan los contrastes, las palabras la saturación, las caricias los retoques. La mirada los titula, el deseo los enmarca y la distancia los acerca. ¡Como los acerca!

Cuando se abrazan simulan un sonido, crean una multiplicidad de frecuencia que les humedece los ojos, los enternece, no se lo dicen, pero los enternece.

Es la historia de cómo lo verbal y no verbal conviven en un beso. ¿Acaso él será un cassette y ella una foto?

Ella disfruta de las analogías que escucha, pero sufre cuando las escucha en sus propias palabras. Él suele digitalizar sus latidos pero enferma al escucharlos binariamente de su boca. Aun así tienen una lengua común para decirse cosas al oído. Comparten posturas, gestos, movimientos y expresiones. Ella se resiste, tal vez con justa razón, a fabricar torrentes de ternura porque sospecha que él no estaría en condiciones de abrazar tanta necesidad.

En la punta de sus dedos habita un acertijo: hay uno que puede pero no quiere y otro que quiere pero no puede. Sus dedos no fueron hechos para tocar una papa que quema.

Se cualifican uno a otro, de modo que el amor es congruente cuando los dos refuerzan el mismo significado, o incongruente cuando la relación entre ellos cambia el significado de ese amor, descalificándolo.

Usan las palabras para expresar y comunicar lo que ven y lo que piensan, pero esas palabras se desvanecen ante la llegada de dos cuerpos que van a terminar encontrándose.

De los cuatro sabores, los tienen todos, sin embargo, gracias al predominio de los dulces liberan sus olfatos cerrando los ojos y dándose un beso.

El analógico suele ser mas espontáneo, la digital dice que no piensa, hace que no le importa y lo quiere con locura. Él es mas difícil de almacenar porque el sufrimiento lo deteriora como una cinta de casette, en cambio ella, como buena digital, puede ser almacenada eternamente.

Ella no tiene miedo y eso a él le asusta un poco. Pero ella preferiría que él cierre esa bocota cuando le dice esas cosas que siempre soñó escuchar de un tipo como él. Y él preferiría que ella abra su corazón cuando le toma un dictado.